Por @roxpsicocreando
En una
cultura occidental donde la belleza se relaciona directamente con la juventud,
pareciera que ser joven es suficiente para ser considerada bonita.
Pero, ¿y si
ser joven no es suficiente?
Así dije en
muchos momentos de mi vida “soy joven, pero eso no me alcanza”, pues los años de
juventud de ese entonces no me garantizaban la experiencia para tomar
decisiones más sabias en la vida.
Recuerdo que
en mi época universitaria había momentos en que mi juventud me estorbaba, porque
deseaba parecer más madura de aspecto para hacer valer mi palabra ante un
auditorio. Y así me sucedió muchas veces, sentía que ser joven y bonita me era
insuficiente para vivir la vida que quería, porque yo quería una vida donde
siendo joven de edad también quería tener sabiduría.
Pero para
ser sabia tenía que acumular años de experiencias y eso implicaba dejar de ser
joven, y si dejaba de ser joven entonces corría el riesgo de dejar de ser
bonita, ¡¡¡Ups, que dilema!!!
Ante esta
lógica parecía atrapada en un túnel sin salida, pues todo parecía indicar que
no podía tener los beneficios de la juventud y de la madurez al mismo tiempo. Y
para colmo, los estereotipos de belleza de los medios de comunicación y
publicidad que deambulaban por todos lados, me recordaban que envejecer era lo
más terrible que le podía suceder a una mujer. Aunque claro, esos mismos medios
nos vendían los remedios infalibles: las cremas antiarrugas, las empolletas anticelulitis,
los tintes de pelo, las sesiones de botox, y las cirugías plásticas para
arreglar cualquier parte del cuerpo avejentada por el paso del tiempo.
Ardua labor tenemos las mujeres, para liberar a
nuestros cuerpos, nuestras mentes, y nuestros espíritus del dominio de los
estereotipos de belleza. Es tan provocador lo que la publicidad masiva hace con
el cuerpo femenino, al privilegiar la eterna juventud y la extrema delgadez,
que cualquier aspecto opuesto a estos dos criterios es castrado con todo el
rigor.
Ya lo dijo la psicoterapeuta Susie Orbach (autora
de “La tiranía del culto al cuerpo”, ¿Qué quieren las mujeres?, y “Come lo que
te pida el cuerpo”), “hemos machacado tanto a las mujeres con ésta visión única
del cuerpo, que hemos creado una inseguridad y una ansiedad respecto al cuerpo
que en los adultos presenta niveles de epidemia”.
O como lo ha dicho Eve Ensler (dramaturga y
activista social, autora de “Los Monólogos de la Vagina”), “una de las cosas
más radicales que una mujer puede hacer, es amar su cuerpo”.
Para mi
fortuna, con la conciencia del paso del tiempo se cumplió mi anhelo de
juventud, recolectar los años que necesitaba para ser sabia!
Hoy tengo 43
años, y la sabiduría me alcanza para aceptar mis arrugas y canas con dignidad,
es la conciencia de mi edad la que me inspira ahora a cuidar mi cuerpo como
nunca antes. Hoy sé que no necesito un vientre plano o una piel libre de
estrías para lograr éxitos. Me liberé de la ansiedad de pesarme en la báscula. Dejé
de ver a mi cuerpo como algo ajeno a mis emociones, y me di cuenta que es mi
estado emocional el que afecta a mi cuerpo. Que cuando mi cuerpo se enferma, es
porque no atendí o no libere a tiempo, una necesidad emocional. Ahora más que
preocuparme en cuanto pesa mi cuerpo o que talla es, me ocupo en que mi cuerpo
se sienta bien. Hoy la sabiduría me alcanza para comprender que la belleza es
un estado de la conciencia, en el que apreciamos todas aquellas cosas que nos
dan bien estar.
En la profunda conciencia de que existen los “cuerpos sin edad” y las “mentes sin tiempo”, estoy convencida que la belleza aflora con la sabiduría de los años. Y el cuerpo es el hermoso vehículo que nos lo hace notar.
“La
verdadera belleza, es la belleza de la sabia”
Nota Importante
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal de contenidos "Salud primero...y amor".
www.saludprimero.mx
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